domingo, 10 de mayo de 2009
Cueva de Lobos
Cueva de lobos
La rutina de las mañanas era siempre la misma:
-Jesús Alberto, arregla el cuarto, que parece una cueva de lobos-
Jesús hacia lo imposible para librarse de aquellos gritos pero entre la voz chillona de su madre y los rayos del sol que irrumpían en su alcoba como Pedro por su casa , Jesús no tenía más remedio que seguir las instrucciones de su madre.
Jesús, un joven alto, delgado, bien parecido y con un buen trabajo, se preguntaba constantemente cómo a los 25 años aún seguía viviendo con su madre.
Pocos eran los amigos que se atrevían a visitar la casa de Jesús pues siempre bromeaban con la idea de que un día la madre de éste les pasaría la aspiradora de pies a cabeza o peor aún, los recibiría con un traje anti bacteria en las manos y con una sonrisa obligada les diría:
-Están en su casa… -
Así que Jesús después de ser víctima de esas bromas por años pensó que tenía que cambiar eso a como de lugar.
Después de darle muchas vueltas a la idea, en visto que se aproximaba su cumpleaños decidió librarse del yugo de su madre. Iba a realizar la fiesta más grandiosa que jamás hubieran visto sus amigos. Luces de neón, cabinas de Djs en cada una de las habitaciones, plasmas en el pasillo, bebidas alcohólicas cuyo único límite sería la resistencia de los agasajados y cualquier otra idea que se chocara con él en el camino.
Al cabo de un mes ya todo estaba listo, mamá no estaba y las invitaciones descansaban en el bolsillo de cada uno de sus amigos y conocidos.
La noche de la fiesta Jesús no podía con sus nervios, sus piernas temblaban al compás del tic tac del reloj que decía en letras grandes “Dios bendiga a este hogar”.
Había pasado más de una hora de inicio de la fiesta y ni un alma había aparecido. Mientras tanto Jesús sólo pensaba en una cosa:
-Ojalá que la bruja no llegue en plena fiesta, me había dicho que tardaría unos días en regresar… con ella nunca se sabe, yo le hablo y no me escucha y supongo que está tan ocupada con los que haceres del hogar que nunca coincidimos en el mismo lugar de la casa a menos que ella quiera.
-En fin debo dejar estás ideas después- Concluía el joven cuando escucha una masa de gente en el pasillo y ansia con todas sus fuerzas que se dirijan a su casa. Efectivamente, la manada iba a su casa. Eran más los desconocidos que los amigos pero dos personas resaltaban como si fueran fluorescentes. Adriana y Manuel, sus dos mejores amigos.
Luego de llegar el primer grupo, se desató el efecto dominó, todo el mundo empezó a llegar a casa de Jesús. Las paredes de la casa retumbaban con el sonido, la gente no podía estar más fascinada y el pobre anfitrión seguía pensando en su madre.
Luego de dos horas por fin se pudo sentar a conversar con sus dos buenos amigos, quienes no podían esconder su cara de sorprendidos.
-Has botado la casa por la ventana, jamás me imaginé que pudieras hacer todo esto después de… Dijo Adriana antes de ser interrumpida por Manuel que sabía que su estimada había bebido unas copas de más
-No dejas de sorprenderme, Jesús, ven acá déjame darte un abrazo de felicitación por estrenar tu casa como se debe- Recibió un abrazo el nuevo Jesús, un Jesús libre de la opresión.
La fiesta continuó por horas y Jesús no la había pasado tan bien en su propia casa nunca.
Llego la hora de despedirse de los invitados, quienes habían dejado a su paso desorden y destrucción como si se tratara de una invasión romana.
Manuel y Adriana se quedaron para ayudar a Jesús, que sería crucificado por su madre si encontraba algo mal ubicado en su lugar.
La tarea de limpieza fue ardua y tediosa, Adriana y Manuel se limitaron a limpiar y Jesús a colocar todo estratégicamente en su sitio.
Jesús escucha una voz en el pasillo que había mencionado su nombre y una sombra que parecía la de su madre
-
Ya hasta me he vuelto paranoico, la veo en todas partes- Dijo un asustado y cansado Jesús mientras se limpiaba el sudor de la frente.
Mientras tanto en otra de las habitaciones Manuel se dirigía a Adriana:
-Casi le arruinas la noche a Jesús, ¿cómo se te ocurre decirle eso? –a lo que Adriana confundida le responde:
-Discúlpame, se me subió el licor a la cabeza, pero supongo que pensé que seguía traumado.
-Adriana tú eres su amiga, deja de decir tantas tonterías. Jesús no puede estar mejor.
- No es así Manuel, quizá yo sé algo que tú no sabes..
-¿Qué sabes tú? Chu me lo cuenta todo.
-Manuel, no te ha comentado de su problema pero yo no voy a decírtelo, no me corresponde.
¿Está todo bien, muchachos? Como subieron la voz…- Dijo Jesús que congeló la tensión que había entre los dos amigos.
-Muchas gracias por ayudarme, ya no queda más por limpiar y yo sé que están cansados, yo termino lo que falta, gracias, muchas gracias-
S
eguido a esto Jesús les brindó agua a sus amigos. Se dirigieron a la puerta, se despidieron de su amigo y bajaron por las escaleras
-Adriana por favor, aquello que dijiste tiene un taladro dándome en la cabeza, ¿qué sabes tú que yo no sé?
- Es muy penoso para mí decirlo, Manuel pero en vista de que yo no lo he podido ayudar te lo voy a confiar a ver si juntos podemos encontrar una solución…
La cara de Manuel era un poema indescifrable
-¿Recuerdas que la señora Matilde falleció hace 2 años en aquel accidente mientras que Jesús estaba de viaje verdad?
Manuel miraba a Adriana fijamente para no interrumpirla
-Jesús nunca lo superó, sigue actuando como si ella estuviera viva, incluso me llama a mi casa en la noche diciéndome que su mamá no lo deja en paz
Manuel con cara de espanto respondió:
-Yo pensé que él lo hacía por jugar, como nunca tuvo una buena relación con su madre, tengo un amigo psicólogo, acompáñame a su oficina a ver si está y ver en que puede ayudar a nuestro amigo
Sin mediar más palabras la pareja fue en busca de un especialista.
Al paso de unas horas Jesús ya había dejado su casa magra e impecable y se recostó en su habitación para pasar un dolor de cabeza que lo afligía.
Un ruido lo despertó y una voz chillona le dijo
-Jesús Alberto, arregla este cuarto, que parece una cueva de lobos…
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