Tres, dos, uno… ¡Feliz Año Nuevo! –se escuchaba en las cercanías de la Torre Eiffel mientras la euforia y el champán volaban por los aires.
-No deberías irte en ese estado, Marie Claire
- No te preocupes, Alinee, las calles de París están repletas de gente a esta hora además sólo vivo a 45 mins de la vieja París, manejaré con cuidado.
-Está bien, te dejaré ir pero sólo porque Andre esta más borracho que nunca y es la oportunidad perfecta para aprovecharme de él.
- La gente nunca cambia, ni porque pasen los años Dijo Marie Claire con voz tensa y un poco confusa.
Se despidió con dos besos al aire de Aline y se apresuró a llegar a su carro.
Las calles no estaban tan llenas como Marie Claire pensó, parecía que todos se habían quedado celebrando en sus casas o que estaban evitando salir por alguna razón. Marie Claire llegó a su casa sin ningún inconveniente. Lavó algunos platos, dobló su ropa y se acostó en su cama. A pesar del frío que estaba haciendo Marie Claire no paraba de sudar, se sentía ansiosa, casi paranoica y en momentos sentía que alguien la observaba desde la ventana. Pasadas unas horas el cansancio pudo disipar cualquier trance, sus pupilas se dieron baja y poco a poco logró conciliar el sueño.
Los días pasaron como un parpadeo y Marie Claire ya se estaba reintegrando al trabajo. Era una mujer muy atractiva, ojos y cabello negro, figura de reloj de arena y su perfume lo podían distinguir a kilómetros. Ocupaba un buen puesto a pasar de su edad.
Después de acomodarse en su cubículo la atractiva mujer fue sorprendida por alguien:
-Mon chere, que gusto me da verte. Hace cinco días que no he sabido de ti, sonará un poco presuntuoso lo que te voy a decir pero que bueno que no te acompañé esa noche porque mi estrategia funcionó
-¿Lo besaste?
-Mejor que eso, hemos pasado todos estos días juntos.
-Nunca cambiarás, Aline.
-Como están las cosas hoy en día, no cae nada mal la compañía de un hombre, que te proteja... Que te cuide...
- A qué te refieres con “cómo están las cosas hoy en día” ¿sucede algo?
- Mon chere, dónde tienes la cabeza últimamente ¿no has leído las noticias?
-No, la verdad es que estos días me propuse consentirme y a terminar de leerme unos libros. Tú me conoces, nunca termino nada.
-Bueno…siempre has sido así desde niña. Resulta que hay algo suelto, una especie de animal que está asesinando mujeres. Al principio de las investigaciones se pensó que se trataba de un asesino serial pero dada la nefasta consecuencia de que todas tenían mordidas, descartaron esa posibilidad.
-¡Qué horror! Deja de distraerme con ese amarillismo tan propio de los periódicos parisinos. Y con respecto a la compañía masculina no tengo de qué preocuparme, pues Jean llega pronto de viaje y espero que me pida matrimonio.
- Pequeña suertuda, voy a trabajar, de todas formas, lleva estos dientes de ajo contigo…
En ese momento la frente de Marie Claire se quedó pequeña al levantar una de su ceja
- Sólo juego, tonta, voy a trabajar
Ambas mujeres terminaron su jornada laboral sin novedad, incluso no pudieron volver a coincidir porque Marie Claire salió apurada al encuentro con su prometido.
Jean la estaba esperando en la Plaza de la Concordia. Era un hombre alto, atlético con facciones grandes. Tenía un muy buen sentido del humor y algo que hacía que las féminas se derrumbaran a sus pies.
Tan hermosa como siempre mientras besaba la delicada mano de Marie Claire
-Y tu tan galán como es usual. Te extrañé mucho. Vamos a casa a ponernos al día, ahí hay vino y unos chocolates que me ha enviado mi madre en su reciente visita por Bélgica.
La pareja estaba ansiosa de tener un tiempo a solas y pronto llegaron a su anhelado destino.
-Qué desorden, Mon chere parece que ha temblado en tu casa
La misma Marie Claire estaba sorprendida de haber llegado a ese punto.
-De verdad no sé que…
-No te preocupes por eso belleza mientras la callaba con un beso
-Vinimos a disfrutar, voy por las copas y tú ve por los chocolates y los quesos.
La tarde se hizo noche; el tiempo transcurrió rápidamente entre las bromas y las anécdotas de Jean sobre sus vacaciones decembrinas. Se había bronceado caminando por las calles de Argentina dónde el calor era insoportable y el pobre había llevado sólo ropa de invierno y la gente lo veía como un europeo excéntrico.
Al pasar de unas cuantas horas con la compañía del vino los comentarios subieron un poco de tono y en un segundo ya estaban uno encima del otro. Comenzaron a besarse desenfrenadamente, se arrancaban la ropa como si fuera de papel pero había algo extraño en Marie Claire que Jean no podía determinar si le gustaba, le excitaba o simplemente le desagradaba; pero aún así el deseo era muy fuerte. Marie Claire tenía todo el control, y lo tomaba con mucha agresividad. Jean comenzó a asustarse y le pidió que le diera un momento para ir al baño.
Me ha roto el labio –Decía impactado aquel hombre mientras se miraba en el espejo y luchaba con la idea de ser atacado por un caníbal
-Supongo que es la lujuria, teníamos mucho tiempo sin vernos
-¡Vamos, tú puedes, tigre! –Mientras se miraba nuevamente al espejo- es hora de que sepa quién manda.
Al salir de la habitación todo estaba oscuro, la luna llena se reflejaba en las sábanas y en el piso. El apagador no servía y no había rastro de Marie Claire.
Todo el asunto tenía al tipo emocionado pues pensaba que era algo novedoso en su relación.
De repente una figura pasa a la sala en una velocidad que no parecía ser humana. Jean sólo logró ver una sombra pero aquella sombra lo aterrorizó profundamente. Recordó haber escuchado lo del animal que acechaba a las mujeres y las descuartizaba sin misericordia y no podía concebir la idea de que su amada Marie pudiera haber sido su víctima más reciente.
Como pudo se compuso y tomó una lámpara que estaba sobre la mesa de noche.
No pudo creer lo que veían sus ojos, el vestido de Marie Claire desgarrado y toda la casa prácticamente volteada.
Mientras revisaba el vestido de Marie Claire y trataba de contener sus lágrimas sintió una respiración en su nuca. El olor era fuerte, como un perro sin bañarse en semanas. Con el corazón casi saliendo de su boca no tuvo otra opción que voltearse. El animal le superaba en tamaño y cuando Jean intentó atacarlo éste lo derribo en una fracción de segundo. Ahora el monstruo estaba sobre él. Jadeante y hambriento. Jean supo que había llegado su hora, pero el animal empezó a gemir, en su hocico corrían lo que parecían ser lágrimas y empezó a lamerlo. Aquella bestia era Marie Claire, la causante de los últimos asesinatos.
La lucha entre el instinto y lo que quedaba de humanidad en Marie Claire duró tan sólo unos segundos. El instinto salió victorioso y la abominable bestia en la que Marie Claire se había convertido devoró a su amado Jean en pocos minutos.
A la mañana siguiente Marie Claire no recordaba el episodio de la noche anterior. La casa estaba tan desordenada como siempre y no había ni una gota de sangre en el piso. Marie Claire tan apurada como de costumbre fue a su trabajo.
Lo que los ciudadanos de París no sabían es que estaban a punto de morir a causa de la primera mujer lobo, y quedó claro que no sólo comía mujeres.
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